sábado, 20 de abril de 2013

Primavera que viene, telas que caen.

El universo ha planeado sobre mí, y con la temporada de la primavera en pleno apogeo, no tiene otras cosas que hacer que plantarme de cara mil telas con bonitos estampados. ¿Qué hago yo? Una aficionada -y drogopendiente- a la Singer, como quién busca su aclamado calmante en el armario de los medicamentos.. Muchas veces he pensado en abandonar este mundo cruel lleno de telas y estampados maravillosos pero me resigno y no dejaré que esto ocurra.

Es ir andando por la calle, y fijándome de la multitud de vestidos y opciones que tengo para realizar, siempre a tamaño pequeño, y es algo horripilante, allí me veo delante de una enorme cola en un centro comercial con dos carros y madres totalmente de otro planeta, esas pequeñas con sus lazos enormes en la cabeza que casi le cuesta mantenerla derecha, pero a mí me enamoran, y casi esas madres de otros planetas deciden voltear el carro apresuradamente creyéndose que soy una mujer rara, mirando fijamente a las niñas, pero no, no las miro a ellas, miro sus vestidos, ropas, abrigos capotas. Así que he decidido no ir a centros comerciales o lugares donde se concentren chicarronas de bien, no vaya a ser que acabe un día en el paredón por fijarme en los detalles de sus puntillas, encajes o gusanillos.

Una de las preguntas que me suelo hacer cuando empiezo un vestido, es cómo y qué color. Sí. Parece que es algo sencillo, pero cortar un patrón no lo es, y mucho menos valorado está este mundo de artesanía y cortes de tela, además de puntadas, lazadas, pasa cintas y lazos de raso preciosos en colores ocre o rosados. Toda una maravilla. El otro día, entrando en la tienda donde me suministran las telas, llámese hospital para las drogopendientes a la Singer, me mostraron las últimas novedades de temporada, y debo decir que son la mar de bonitas, lástima que un bolsillo en crisis como el mío no pueda comprarse medio metro/doble ancho de todos los colores que allí había, desde lunares para las rocieras, hasta piqués maravillosos con dibujos del mismísimo oriente.

Debo decir en mi defensa, que adoro la primavera.



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